Buenos Aires, Diario "La Nación", 7 de enero de 1966.
Perfiles marplatenses
LA EMOCION DEL "SURF" TAMBIEN SALVA VIDAS
Del libro ¨Surfeando Argentina¨de Gabriel Nannini
En última instancia es una historia de romance. O de lucha que es casi igual. Porque si algo distingue al puñado de jóvenes que casi todos los días, verano e invierno, atacan las olas acostados sobre una angosta tabla de fibra de vidrio, es un rotundo y excluyente amor al mar. "Jamás podría vivir lejos de las playas.
Me gusta demasiado el mar. Y creo que la mejor manera de estar con él, aunque sea peleando, es hacer surf", dice el veinteañero Juan Antonio De Leonardis, uno de los jóvenes que espían al mar en la rocosa Punta Canteras a la espera de buenas olas. Aunque no tengan la tabla junto a sí, es fácil reconocerlos: cuerpo y pelo quemado por el sol, largo pantalón de colores detonantes o flores exóticas -"son el símbolo internacional del surf"- y la alerta pereza de los que hacen mucho ejercicio. El surf, que ya es una de las más preciadas joyas del folklore marplatense, tiene origen en las islas de Hawaii. Allí se practicó con connotaciones religiosas durante siglos, sin otro atuendo que una cabellera más o menos larga. La llegada de los misioneros protestantes puso fin a esas exhibiciones pecaminosas, ya que con celo puritano permitieron continuarlas solo con largos ropajes. Esto de alguna manera quitó toda la gracia al surf, que prácticamente se extinguió durante más de un siglo. Con el tiempo, se descubrió la sabiduría de algunas costumbres incivilizadas y el hombre pudo volver a darse el lujo de zambullirse con escasas ropas. Y de las cenizas de los largos ropajes resurgió el surf.
Tuvo espectacular difusión en todo el mundo, pero especialmente en Australia y la costa de California, donde dió origen a una subespecie juvenil, los "beach bums" -linyeras de la playa-; es decir, los que deambulan permanentemente por las playas a la espera de buenas olas. Hace cuatro años llegaron a Buenos Aires algunas tablas desde California, y desde allí las trajeron, junto con la inquietud de practicar el deporte, algunos veraneantes, entre los que se encontraban Jorge Azulay, Daniel Gil y Ricardo Mandojana. Plantaron una maravillosa semilla, porque el surf tuvo éxito instantáneo entre la multitud de jovenes que viven en Mar del Plata y están aburridos de ir a la playa sólo para encarceos sociales o merodear el mar.
Técnica y realidad
Técnicamente, el surf consiste en barrenar una ola de pie sobre una tabla de fibra de vidrio rellena con espuma de polietileno que pesa entre 12 y 13 kilos. Pero esta descripción despoja al deporte de ese halo místico que impulsa a los cien jóvenes que lo practican a
sobrellevar con una sonrisa el impuesto de magullones que irremisiblemente deberán pagar. "Es una sensación única, mejor que emborracharse o cualquier otra cosa", dice uno de los iniciadores, Mandojana. Otros son menos contundentes, pero igualmente entusiastas.
Un brillo soñado les ilumina los ojos cuando hablan del surf. "Es como pararse en un tobogán, y al mismo tiempo uno siente que domina las
olas", descifra Raúl Muñoz. Se insisten en símiles con la libertad y glorioso mareo del paracaidismo, pero la descripción se hace difícil. "Imposible retratarlo en palabras, hay que vivirlo". Sin embargo, la suma de experiencias tiene un fondo único. "Me gusta el mar, y de esta manera me siento más cerca de él". Razones de coquetería han limitado el surf a los hombres. "No es deporte para mujeres, la "remada" para internarse en el mar con la tabla desarrolla mucho los músculos de los brazos y espalda", explica una de las espectadoras, María Ines De Leonardis. Hay un murmullo aprobatorio entre los varones. "No hay más que ver fotos de las californianas que hacen surf. Nadie querría recibir una trompada de ellas". Sin embargo, algunos de los "surfers" lo lamentan. "Es una pena; como las mujeres son más livianas, generalmente pueden pararse en la tabla el primer día. La única argentina buena es una porteña, Inés Montanaro". A pesar de su aspecto deportivo, los jóvenes que hacen surf marcan el límite de su parentesco con los californianos. "Somos un grupo sano. Todos trabajamos o estudiamos". Sin embargo para el público -especialmente femenino-, que se congrega para observarlo, están rodeados de una aureola especial. "No puedo caminar con la tabla los diez metros de la orilla sin que dos o tres chicas se me acerquen a preguntar, y hacerse amigas. Por desgracia, mi mujer lo sabe y me vigila", señala uno, indicándola con el rabillo del ojo.
Lo que hay que tener
Todos acuerdan que no se necesitan virtudes excepcionales para el surf. "Es cuestión de práctica, como andar en bicicleta, pero cuanto más liviana la persona, es mejor el avance". Requisito indispensable son las tablas, que se fabrican aquí mismo a un costo de 40 y 50 mil pesos, y un accesorio importante para el verano e indispensable en invierno es la casaca de neoprene; alrededor de 24.000 pesos.Un costoso paso más, -pesos 10.000-, es el ingresar al club que los agrupa, el Kikiwai, que preside Leopoldo Tiribelli, el único "maduro" entre aficionados que tienen edad promedio de 20 años. A pesar de su aparente ascendencia hawaiana, en realidad el nombre de Kikiwai tiene origen local y perruno: es deformación del que ostenta el perro mascota, "Quiqui". El club logró en 1965 autorización para utilizar Punta Canteras para surf, y ahora gestiona ante la provincia el permiso para levantar allí una amplia sede. Los socios no ven obstáculo en los bañistas. Señalan el frente. "Allí hay una canaleta que forma una correntada muy peligrosa. La gente va caminando con el agua hasta las rodillas y zap!, desaparece. En un solo día hice con la tabla cuatro salvatajes", dice Domingo Errecaborde.
Sobre las olas
El mar, convertido en campo de deportes, da pie a interminables discusiones. "A mí me gustan las olas que no mueren, y que permiten jugar con la tabla". "A mí la ola con pared, es más corta y violenta". "A mí la ola gorda con mucha base". "Las de la Bristol en invierno". "Las del Torreón". "No, las de San Patricio", "Por Necochea". "Cuidado!" corta alarmado la discusión Paul, el popular concesionario del puesto local de refrescos perteneciente a la Cooperadora del Centro de Rehabilitación del Hospital de La Plata."
LC["Recuerda que cuando eras joven, brillaste como el sol. Brilla tú, diamante loco. Ahora hay una mirada, en tus ojos, como cavidades negras en el cielo. Brilla tú, diamante loco. Quedaste atrapado en el juego cruzado de la niñez y el estrellato, aventado en la ecerada brisa. Ven pues, tú eres centro y blanco de la risa lejana; ven pues, tú extraño; tú, leyenda; tú, mártir; y brilla. Tú alcanzaste el secreto demasiado pronto, reclamaste la luna. Brilla tú, diamante loco. Amenazado por las sombras de la noche, y expuesto por la luz. Brilla tú, diamante loco. Malgastaste tu bienestar a troche y moche; cabalga en la acerada brisa. Ven pues, tú, delirante, profeta de visiones; ven pues, tú, pintor; tú, flautista; tú, prisionero; y brilla!" Shine On Your Crazy Diamond, Roger Waters, Pink Floyd.]
Para todos los marplatenses era muy extraño ver a los porteños deslizarse sobre olas todos los fines de semana y fué Luis "Foxy" Ventura quien pide una tabla prestada, aprende y se une al grupo. Luego se integran Leopoldo Alberto Tiribelli y sus hijos Leandro y Leopoldo. En el 64, Leopoldo (padre), su sobrino "Pipo" Muñoz y Ventura hacen una tabla de telgopor y resina y les falla (la resina "comió" el telgopor), después le ponen cola aislante y comienzan a fabricar las Pipo's Surfboards. Luego los hermanos Angel y Nino Antíforas también fabrican las N&A, Renato Tiribelli era el pibe que les hacía las quillas y venden cualquier cantidad. Es que en Argentina se pueden comprar tablas! Una masa! (pensarían).
"Surfeaban" mucho en Punta Canteras en verano y en El Torreón en invierno, y aparecen los marplatenses Raúl Muñoz, Domingo "Sandy" Errecaborde (foto), Juan "Juancho" De Leonardis, Jorge Lestani, Martín Errecaborde, el Cola Muñoz, el Tano Fava, Juan Carlos Giorgi, Caco Grassi, Omar Bollini y Jorge Galindo, quienes hacen buenas migas con los porteños Daniel Gil, Tite Elizalde, López León, De Rider, Jorge
Azulay, el tano Pugliese, los Litman, Mandojana, los Eliff, Larocca, Mario Moutino (hoy cantante Fernando de Madariaga), Donald (quien compuso "Las olas y el viento"), Felipe y Enrique Anchorena y las chicas María Luis Bonomi, Sandra Short, María Elise Mitre y María Larreta. Formaban un grupo muy unido donde había "paz y amor". Recien en el 66 comienzan a correr en La Perla, La Popular, Cabo Corrientes, Playa Grande y Mariano. En octubre de 1967 se corre en Playa Grande el campeonato Fundación del Kikiwai Surf Club; en Seniors ganó Adolfo Cambiasso, 2º Domingo "Sandy" Errecaborde, 3º Jorge Azulay y 4º Daniel Gil. En Juniors 1º Leopoldo Tiribelli, 2º Leandro Tiribelli, y 3º Martín Errecaborde. En 1968 Sandy Errecaborde gana el Primer Campeonato Argentino, 2º Juan De Leonardis y 3º Jorge Fava; en Juniors campeón Leandro Tiribelli. Así De Leonardis y Errecaborde se hacen amigos y empiezan a fabricar las tablas y los trajes Deer, que perduraron por años, también viajan a Perú, representan muy bien a Argentina y crean un buen intercambio de surf y de amistad. Ese mismo año viene a surfear el californiano John Fletcher, desertor del ejército que se negaba a combatir en Vietnam y documenta para una revista Surfer excelentes olas en Punta Canteras (ya Waikiki y Mariano). Fuente: Gustavo Huici/ Escape Urbano.
LC["El vino entibia sueños a jadear/ Desde su boca de verdeado dulzor/ Y entre los libros de la buena memoria/ se queda oyendo como un ciego frente al mar." Los libros de la buena memoria, Luis Alberto Spinetta.]
LC["You don't know what's going on, you've been away for much too long;/ You can't come back and thing you are still mine./ You're out of touch my baby, my poor old-fashioned baby,/ I said baby, baby, baby, you're out of time." Out of the time, Mick Jagger and Keith Richards.]